LOS NEGROS EN EL RIO DE LA PLATA

 

 

El primer negro venido a América, llegó en el 2º viaje de Colón
  Habiéndose firmado en 1514 las Capitulaciones entre el Soberano de España y el Piloto Mayor Juan Díaz de Solís, para explorar en estas tierras -luego de que Vasco Núñez de Balboa descubriera el canal que uniría las dos mares océanas en 1513- Partió éste del puerto de Lepe en octubre de 1515, encomendado de descubrir un nuevo paso meridional hacia la recién descubierta mar.
  Luego de recalar en Río de Janeiro, siguió viaje hasta el paralelo 35º de latitud sur, en el año de 1516, donde encontró un gran río de agua dulce, al que denominó Mar Dulce, el que luego de su muerte y hasta la venida de Gaboto se conoció como Río de Solís. Desgraciadamente para el explorador, cuando desembarcó en la costa este del Río de la Plata, en las que sería luego la Banda Oriental del Río Uruguay fue muerto muy probablemente por indios guaraníes. Los sobrevivientes huyeron y volvieron a España y dieron fe del descubrimiento de estas tierras y el cauce de agua que probablemente conduciría –así pensaron- a un paso a las nuevas aguas.
  A partir de este momento, Uruguay entra en la historia-
  En 1520 la expedición de Hernando de Magallanes llega al Cabo Santa María y se interna en el Río de la Plata, fondeó en un puerto natural sitio al que denominó Montevideo, en atención al cerro que se elevaba en la bahía, producto de una deformación idiomática
  En abril de 1527 la expedición del veneciano Sebastián Gaboto, anclaba en la isla de San Gabriel, descubriendo luego un río al que denominó San Salvador, fundando allí (Colonia) el fuerte del mismo nombre, que pasaría a ser la primer población de nuestras tierras. Debido a la hostilidad de los charrúas, los españoles debieron retirarse en 1530.
  En 1535, Pedro de Mendoza, nombrado Primer Adelantado, Gobernador y Capitán General del Río de la Plata, quien fundó en febrero  de ese año el Puerto de Nuestra Señora del Buen Aire. En 1537 Mendoza, acosada la población por los indios querandíes y sufriendo continuas hambrunas y enfermedades de las cuales él también es víctima –muriendo a la postre en 1537-, deja el mando a los capitanes Ayolas y Martínez de Irala,  que remontando el Paraná fundan Asunción.
  En 1540 se designa el segundo Adelantado Alvar Núñez “Cabeza de Vaca”, el que fue destituido por Irala. En 1569 el rey designó como tercer Adelantado a Juan Ortiz de Zárate, quien en 1572 se estableció en San Gabriel.
  Los habitantes de la zona eran modestos y se dedicaron a la agricultura y a la ganadería, ya que al carecer de metales, la Corona consideraba a la región “tierras sin ningún provecho”.
  Ese fue el despertar de la conquista en el Río de la Plata. Conquista que se postergaría en el tiempo dado que estas tierras eran inhóspitas y sin ningún valor para los conquistadores españoles ansiosos de oro. Esto motivó que el poblamiento de Buenos Aires, se demorase y que durante muchos años no fuese otra cosa que una capital de provincia dentro de la colonia, negándosele el derecho a comerciar, ni siquiera con la mismísima España.
  La necesidad de tener salida al mar de Asunción provocó que se fuesen fundando una serie de ciudades a lo largo de los ríos,  surgiendo así Santa Fe y Corrientes y refundándose Buenos Aires en junio de 1580.
  En estas ciudades y otras del interior, ya existía una población creciente de esclavos, provenientes de los puertos del este y norte del Virreinato del Perú.
   En 1592, Hernando Arias de Saavedra fue designado Gobernador de Asunción. En 1596 fue designado Gobernador del Río de la Plata y del Paraguay cargo que ostentaría hasta 1599 y volvería a ocupar en 1602 hasta 1609.
  Los primeros negros del Río de la Plata vinieron acompañando a Hernandarias, quien adoptó medidas contra el contrabando y el tráfico de esclavos realizados por portugueses, ingleses y holandeses.
  Durante su gobierno realizó varias expediciones por territorios de Brasil y Uruguay, para controlar las incursiones de los bandeirantes portugueses. En 1603 propició la supresión de la “mita” y la “encomienda” por las cuales los españoles explotaban el trabajo indígena en calidad prácticamente de esclavitud.
  En 1608 se dispuso la creación de las reducciones jesuíticas y franciscanas en el Guairá. A principios de su gobernación recorrió las tierras al este del Uruguay recomendando al Rey poblar de ganados estas tierras por encontrarlas muy buenas y aptas para tal actividad.
  Poco tiempo después volvió a recorrer el Uruguay, trayendo desde Paraguay una gran partida de ganado que tradicionalmente se considera el origen de nuestra ganadería, pero que en la realidad no tuvo la influencia de los verdaderos protagonistas de este acontecimiento que fueron los jesuitas con sus reducciones, que introdujeron el ganado, ya que se comprueba antes de 1630 una gran existencia de ganado vacuno y caballar en la Banda Oriental, proveniente de San Juan de la Vera de las Siete Corrientes y de las misiones de Santa Teresa y San Miguel.
  Si bien en un principio, la Corona de España no concedió autorizaciones para ingresar esclavos negros en América, los portugueses que realizaban continuas incursiones para apropiarse de ganado en esta Banda, trajeron consigo gran cantidad de esclavos para trabajar en menesteres de las vaquerías, los que muchas veces escapaban y poco a poco fueron mezclándose con la población indígena y otros fueron vendidos o canjeados a españoles que también se dedicaban a las vaquerías y curtiembres en esta región.
  A fines del 1500 había alrededor de 200 negros esclavos en el Río de la Plata, considerándose la cantidad como inadecuada para las labores coloniales, por lo que fueron requeridas “cédulas reales” de establecimiento de los “asientos” necesarios para proveerse de esclavos. Los asientos eran las concesiones reales que permitían a individuos o corporaciones el aporte a estas costas y al interior de esclavos negros.
  A fines de ese siglo se otorgó al portugués Pedro Gómez Reynal, un asiento con la obligación de importar 600 esclavos anuales durante 10 años. El asiento no fue exitoso: solo se introdujeron 2.500 negros contra los 6.000 de la concesión. Ante el fracaso, se concedió un nuevo asiento a otro portugués. Durante el siglo XVII la Corona otorgó  varios asientos para surtir de esclavos a sus colonias pero con poco éxito. En la realidad no era que no ingresaran esclavos, era que estos no lo hacían legalmente, pero mediante el contrabando fue notable el surtido de esclavos africanos en esta región del previrreinato.
  A visa de ejemplo, el Obispo de Tucumán, Fernando Sanabria, desde 1585 y hasta 1603 fue acusado de importación ilegal de esclavos. Estos le fueron confiscados, pero con poco resultado, pues el Obispo siguió con el contrabando hacia el Alto Perú y hacia el Paraguay.
  Una Bula Papal, la “Dum Diversas” declaraba como absolutamente legal el tráfico y la apropiación de los “bárbaros y herejes” que estaban fuera de la grey religiosa y autorizaba su uso como trabajadores y su mercadeo como mercancías.
  El Papa Nicolás V (Tommaso Perentucelli) por la Bula “Dum Diversas” estableció que: “la facultad de…someter sarracenos, paganos y cualquier otro incrédulo a una esclavitud hereditaria”. Posteriormente ratificó la encíclica con otra denominada “Romanus Pontifex” de 1455.
  El comercio de transporte no contaba las personas, o esclavos, unitariamente sino que pagaba el viaje por “tonelada de negros transportados”. El contrato entre los reyes de España y Portugal y la Compañía Portuguesa de Guinea preveía que “diez toneladas de negros podrían ser introducidas” en la América hispana desde 1713.
  El sistema de contar por seres transportados se había transformado en un transporte de “piezas al peso”.
  El ingreso de negros en forma masiva se produce al impulso dado por las “Capitulaciones” con el ingreso ahora de tráfico libre y exento de impuestos (1787-1812).
  Las permanentes invasiones portuguesas a esta Banda, desconociendo continuamente el Tratado de Tordesillas de 1494, por el cual los reinos de España y Portugal se habían repartido las tierras conquistadas, propiciaron la aceptación de una frontera fluctuante, que ora favorecía la ocupación o apropiación de territorios por parte de uno u otro, y que tuvo su punto de inflexión con la fundación de la Colonia del Sacramento por los portugueses al mando de Manuel de Lobo en 1680.
  La construcción de la ciudad fortaleza trajo aparejado la venida de un gran contingente de esclavos africanos como mano de obra. Los portugueses junto a ingleses, franceses y holandeses, eran los mayores tratantes de esclavos, favorecidos por el contrabando y las inexistentes normas de contralor de su corona en las colonias. Siendo la trata de esclavos su comercio más lucrativo.
  Colonia del Sacramento se convierte así en la mayor explotación corambrera de la región y en un  puerto para comerciar libremente con ingleses y holandeses atraídos por el mercado de esta América cerrada hasta ahora por el monopolio español.
  Alrededor de 1713, se intensifica en la Colonia el tráfico de esclavos, traídos por franceses e ingleses, y los alojaban en las inmediaciones de Carmelo en un lugar denominado Caserío del Arroyo de Las Vacas.
  Hasta ese momento las autoridades de Buenos Aires se habían opuesto a colonizar estas tierras puesto que estos territorios servían al propósito de abastecimiento y comercio de sus habitantes, utilizándose la Banda como una enorme estancia proveedora.
  Pocos meses después de fundada, Colonia es recuperada por el Gobernador de Buenos Aires, José de Garro, reconquistada por los portugueses en 1705, restituida a España en 1715 por la Paz de Utretch, hasta que en 1724, es fundada Montevideo, por parte del Gobernador español, Bruno Mauricio de Zabala para evitar que esta bahía cayera también en poder de los portugueses. En 1750 por el “Tratado de Permuta” España cambia Colonia por el Mato Grosso y parte de las misiones jesuíticas. Esto lleva al enfrentamiento entre los bandeirantes y los guaraníes. Este tratado fue derogado en 1761 y en 1762, el Gobernador Pedro de Ceballos toma nuevamente Colonia, la que es devuelta nuevamente por España a cambio de La Habana y Manila. En 1776 España considera prioridad absoluta expulsar a los portugueses del Río de la Plata, por lo que se crea el Virreinato y Pedro de Ceballos destruye la ciudad de Colonia, la que sería repoblada por criollos.
  El primer negro de que se tiene noticia que habitaba en Montevideo, allá por 1728, era el pregonero, al que llamaban Gregorio.
  Casi dos siglos después de fundada por Mendoza, Buenos Aires aún no pertenecía a los puertos autorizados a comerciar, siendo solo cuatro los puertos americanos autorizados a comerciar incluso con las colonias vecinas. Por ello para abastecerse y expandirse recurrió al contrabando, llegando éste a convertirse de tal manera en una forma “lícita” de comerciar. Las mercaderías del exterior debían ingresar por Lima, único puerto autorizado y capital del Virreinato, que distribuía incluso para las ciudades interiores, tanto en Bolivia, el noreste argentino, Montevideo, Corrientes, Asunción y demás.
  A partir de la creación del Virreinato del Río de la Plata, Buenos Aires entra en auge, pasando su población de 9.568 en 1744 a 32.069 en 1778 y a más de 40.000 en 1797, siendo la población negra un tercio del total.
  La sociedad se organizó sobre un sistema de castas basada en los conceptos de raza y de “pureza de sangre”. Los españoles consideraban la existencia de tres razas: la blanca o “española”, la india y la negra. Del mestizaje de estas tres razas surgían los híbridos, en primer grado: blanco con negro: mulato; blanco con indio: mestizo; negro con indio: zambo.
  En la colonia el fenómeno del mestizaje estuvo generalizado, a pesar de ello el sistema legal español, castigaba “la mezcla de sangres” que causaba su impureza o “manchado”. Los negros nacidos en África ocupaban el lugar más bajo en la sociedad.
  Los descendientes de padres mezclados de español y negro permanecen manchados por incontables generaciones, no pueden escapar a su herencia ni perder su calidad de mulato.
  En el Virreinato del Río de la Plata, comienza, eliminado el peligro portugués, un nuevo conflicto, el de la lucha de puertos, por la aparición de Montevideo como enemigo del comercio porteño, agravada la situación por la real cédula que permite el libre comercio con la metrópoli y las colonias.
  El aumento de la población de Montevideo aunado a la riqueza ganadera de esta Banda, hace crecer la importancia de esta ciudad puerto, en detrimento del comercio y fisco de Buenos Aires.
  Próximos a la ciudad funcionan algunos establecimientos fijos de corambres y tasajo con su peonada y “chusma que le acompaña”.
  Montevideo es ahora una ciudad fortificada con 15.000 habitantes de los cuales, la tercera parte son negros, en su gran mayoría esclavos, y sirve de asiento y apostadero naval a la flota española.
  Hay una minoría burguesa compuesta por los hacendados, funcionarios y comerciantes, un proletariado integrado por los pequeños comerciantes y oficios y en lo último de la escala están los negros de origen africano, esclavos dedicados las más de las veces a las tareas domésticas y otras a los peores trabajos, despreciados por los españoles.
  En 1749 Montevideo pasa a ser Gobernación, siendo su primer Gobernador José Joaquín de Viana, quien asumió en 1750.
  En 1756 arriba a Montevideo el primer barco negrero procedente de Angola y bajados a tierra se produjo una grave epidemia entre los habitantes de la ciudad  y entre los esclavos, sobreviviendo muy pocos de ellos.
  “En 1767 arribó otro barco con negros bozales autorizando su estadía en tierra, destinándose para su instalación un horno de fábrica de adobes a extramuros de la ciudad, cercano a las fuentes de agua públicas. Temerosos de lo acontecido 11 años antes, el Cabildo encomendó al Gobernador Larrosa que acometiese al Capitán de la nave que los transportaba que los llevase a la costa del Cerro, donde pondría hospitales en barraca. El Gobernador insistió en que no había peligro de enfermedad pero se le convenció de que se los instalara en un lugar que permitiera la cuarentena en la costa entre el Miguelete y el Cerro. Pasaron muchos años sin que viniese otro barco negrero. Pero entre los años 1781 y 1786 se introdujeron muchos negros de África y del Brasil portadores de varias enfermedades.
      En 1785 se autorizó por Real Cédula a la Real Compañía de Filipinas a introducir negros esclavos y a comerciar con cueros. Esta medida se amplió en 1792, estableciendo a Montevideo como el único puerto de entrada del comercio negrero en toda la América meridional.
  Al enterarse el Cabildo de que próximamente arribarían barcos negreros de la Real Compañía de Filipinas, en el 87, se instó al representante de aquella Compañía a que se realizaran construcciones para albergar a los esclavos lejos de la ciudad, en la desembocadura del Miguelete hacia la parte del Cerro.
  “El 31 de enero de 1787, acordaba el Cabildo lo siguiente: "'Previa consulta de los facultativos Don José Giró, Don Domingo Garrido, Don Manuel Francés y Don Manuel Ramón, se acordó que incontinenti se le intimase al apoderado de la Compañía de Filipinas, que dispusiese de habitación bastante para los negros que se esperaban, y además que sucesivamente vendrán a este puerto, en la boca del arroyo Miguelete, hacia la parte del Cerro, que es el paraje que está a costa del mar y se nombra Jesús María, distante de esta ciudad tres cuartos de legua, en cuyo puesto deben permanecer precisamente como el más cómodo para ellos mismos y sin riesgo alguno público.
Del mismo modo, que los que muriesen sean enterrados en aquel lugar y no sean sus cadáveres conducidos al camposanto de esta ciudad (era entonces en la Matriz Vieja). 
Bernardo Latorre, Francisco Sierra, Joaquín Chopitea, Juan Balbín de Vallejo, Francisco de los Angeles Muñoz, Luís A. Gutiérrez".
  Ese establecimiento, donde se depositaban en cuarentena los negros importados de la compañía de Filipinas, ocupaba una manzana de terreno bajo muro, teniendo en el centro cinco piezas edificadas, dos grandes almacenes, cocinas, etc., techo de paja.” (Isidoro De María, Montevideo Antiguo)
  “Dicho caserío actualmente está demolido, pero se dice que tal vez aún existan cimientos subterráneos en terrenos de ANCAP.
El caserío constaba de una manzana de terreno bajo muro, con cinco piezas edificadas en su centro, dos grandes almacenes y cocinas, todo con techo de tejas. Se trataba de lograr que se repusieran del largo viaje desde el África y que eventualmente se curaran de las enfermedades (contagiosas o no) contraídas en la travesía. De ese modo se protegía a la población de Montevideo y por añadidura se obtenía mejor precio en el remate.
Maciel (Francisco Antonio Maciel) denominado “El Padre de los Pobres” merece una mención especial. Este “benemérito” personaje constituyó una fuerza distinta dentro del estrecho número de grandes comerciantes. Criollo, el principal introductor de esclavos, propietario de una nutrida flota mercante, traficó preferentemente con el Brasil. Fue socio en el primer saladero instalado en Montevideo. Fue hacendado, poseyendo extensos establecimientos de campo. Hizo grandes plantaciones de árboles y se dedicó a la cría de aves. Tuvo una manufactura de jabón y otra de cerámica. Fue rematador de alumbrado público y de otros monopolios. Se destacó además por su filantropía y fue fundador de la hermandad y del Hospital de Caridad. Murió en el combate del Cardal durante las Invasiones Inglesas. Su viuda, María A. Gil prosiguió sus numerosísimos negocios.
Carlos Rama consigna que Maciel también se había “dedicado a criar esclavos para la venta”, negocio en el que le sucede años más tarde Francisco García de Zúñiga. Cabe pensar que esta actividad permitió mantener o prolongar la existencia de negros puros frente a la mezcla que se producía por el envío de los hombres al campo y por el uso de las mujeres en el servicio doméstico en Montevideo donde frecuentemente eran objeto de violaciones por sus dueños.
Los Jesuitas disponían de una explotación agropecuaria en base a trabajo esclavo en la cercanía del Arroyo de la Vacas, Colonia. Todavía permanecen además las ruinas de la Calera de las Huérfanas que proveía de cal para la construcción en Buenos Aires y Montevideo. Al momento de su expulsión de América en 1676, disponían de 67 esclavos además de un grupo de familias de “indios conchavados”.
Los amos de los esclavos eran quienes ponían nombre y le daban su propio apellido contribuyendo así en el olvido paulatino del de su origen africano. Eran además muy estrictos en el bautismo y en imponer la obligación de asistir a misa. Los africanos por su parte, trataban de mantener su propia religiosidad a escondidas.” (Cultura Afrouruguaya.- Arq. Helios Segovia- Asociación de Arquitectos del Uruguay)
 Se considera que los vestigios de las construcciones del “Caserío de los Negros” se encuentran bajo el edificio del antiguo Instituto de Química en la planta de ANCAP, de acuerdo a lo relevado por especialistas e investigadores.   
  El proyecto arqueológico “Caserío de los Negros” fue llevado a cabo en una primera etapa por las arqueólogas Carmen Curbelo y Elizabeth Onega y en una segunda etapa, en virtud del retiro de la Sra. Curbelo  con la subrogación del Sr. José López Mazz.  Algunos módulos de esas construcciones fueron demolidos o sufrieron modificaciones por parte de la Cervecería Montevideana y la Intendencia de Ejército. Como asimismo ya a principios del siglo XIX,  padeció los saqueos propios de las acciones revolucionarias de 1811 y años posteriores, así como la acción vandálica de inescrupulosos que hurtaron aberturas , techos y paredes en su época.